lunes, 11 de noviembre de 2013

Juan Carlos Berbel: Una vida delante de los reflectores

Juan Carlos, es la voz que cada sábado ameniza la “Seresta Danzante” al momento del “2 X 4”. Pero más allá de eso, es un artista que recorrió el gran abanico del mundo del espectáculo. 
Desde niño, “apaixonado” por las luces y las carpas; corrió detrás de los carros de la fantasía y la ilusión. Del coraje, la risa y los sueños.



¿Dónde naciste?

En la ciudad de Diamante, provincia de Entre Ríos, en 1954.

¿Hace cuánto que vivís en Brasil?

En este país ya hace 23 años.

¿Cuándo empezás a incursionar en el mundo del espectáculo?

De muy chico, a los 9 años. Mi padre era militar, Sargento del ejército. Luego de que lo trasladaran de Entre Ríos a Rosario, él y mi madre se separan. 

En las alturas. Juan Carlos Berbel, como equilibrista,
en su paso por el Circo Rodas
En la esquina de mi casa, cerca de la terminal de ómnibus de Rosario, había un terreno baldío donde siempre paraban los circos. En aquel tiempo, todas las grandes compañías hacían una escala en Rosario. Y yo me enamoré del circo y me puse a vender caramelos durante las funciones del “Circo Real de Madrid” de los hermanos Segura. Cuando partieron, yo me escapé con ellos. Mi padre tuvo que buscarme con la policía para hacerme volver.


Al tiempo repetí la historia y volví a escaparme detrás de otro circo. Hasta que finalmente y luego de conversar con una familia de equilibristas del “Ringling Brothers” argentino, ellos le pidieron la tutela a mis padres para que pudiese trabajar allí. 

Yo estaba deslumbrado, cada noche me colocaba un rompevientos (que se usaban en aquella época) al que le había agregado lentejuelas formando un ave y soñaba con ser parte de “las águilas voladoras”. Fantaseaba con la idea de ser artista. Y finalmente, con esa familia a la edad de 11 años, empecé a trabajar de equilibrista.

Con ellos estuve trabajando mucho tiempo. Además empecé a incursionar en la animación (yo conocía de memoria la rutina del maestro de ceremonias) asique comencé a presentar los números.

 A los 17 años me animé a ser domador. Trabajaba con leones, tigres y elefantes (con éstos  últimos mucho tiempo en el “Circo Rodas”).

También fui parte del mundo del teatro y presenté detrás de bambalinas al “Gordo Porcel”, a Olmedo a “Tatín Cifuentes”, fui imitador y hasta payaso.

¿Cómo fue la experiencia de ser domador?

Juan Carlos y el helefante hembra "Mara"
Mirá, con un elefante de 3 mil kilos precisamente, tuve un accidente en Buenos Aires. Este me atacó, me tiro al suelo, me cabeceó y me cortó el esternón con la punta del marfil (que en aquel entonces se cortaba para evitar daños mayores). Termine internado 6 meses en el “Hospital Pirovano”. Realmente, la zafé.
Seguí trabajando un tiempo más con animales y sobre todo en la conducción. Iba de circo en circo, cumpliendo con los contratos.



¿En qué circos actuaste?

En el Real de Madrid, Circo Sudamericano, Fantasy on ice, Circo Tihany, en el Rodas, en el Circo de Bartolo, en el de Carlitos Balá, en el de Pepito Marrone, el Circo de los Hermanos Tachuela, en fin, en muchos. 

Generalmente los contratos eran de 3 a 6 meses. Estuve por ir a trabajar a España, pero a causa del Servicio Militar no pude ir. En una de esas giras, conocí por primera vez Brasil; además anduve por México, Chile (recuerdo que allí no había muy buena onda con los argentinos y me presentaban como cantor uruguayo) centro América, en fin.

¿Cuándo decidiste dejar el circo?

En la provincia de Santa Fe una amiga cae del trapecio con tanta mala suerte que rebota en la red y cae al piso de cabeza. Se le hizo un hematoma, la descomprimieron y todo, pero no sobrevivió. Ese fue un antes y un después. Me dije “es tiempo de parar” y como yo tenía experiencia al volante con camiones y conocía muy bien las rutas de todo el país, empecé con el rubro transporte. Con eso estuve varios años, pero sabía que no era lo mío.

Y ¿Cómo llegas a la música?

Cuando salíamos de gira por el interior, yo manejaba un tractor “Someca”. Llegábamos un par de días antes a los pueblos cargando las jaulas de los animales para realizar la promoción. Yo era ayudante del chofer y ya a los 13 años sabía manejar. Ahí empecé a cantar. Para no aburrirme o no dormirme, cantaba las canciones que se escuchaban en mi casa. Me gustaba mucho Julio Sosa. Empecé por el tango y luego los boleros. Después hice actuaciones en el circo. Al final del espectáculo, mientras la gente estaba saliendo, cerraba con “A mi manera” o “New York, New York”.


Con el tiempo en Buenos Aires llegue a darme el gusto de presentarme en San Telmo, en El Tortoni o El Viejo Almacén. De Morón hasta Paso del Rey canté en todos los bares.

¿También fuiste parte del mundo de la radio?

Cada vez que llegábamos a una ciudad debíamos hacer la promoción de las funciones, entonces nos acercábamos a las radios locales y grabábamos los “spots publicitarios”. 
Ahí me empezó a fascinar esa hermosa profesión. Yo escuchaba siempre “Rapidísimo” de Héctor Larrea (un referente) y durante algún tiempo realizamos en “FM Keops”, Villa Elisa, 
La Plata, un programa ómnibus, como los que se estilaban en aquel entonces. Tengo maravillosos recuerdos de esa época: Las cartas de la gente, los discos que nos obsequiaban, hasta una “fonola” nos enviaron de regalo una vez.

¿Cuándo te viniste al Brasil?

A fines de los 80'S, en la época del “dame 2”. Antes había estado con un circo en Río de Janeiro, pero cuando decidí instalarme elegí Blumenau aquí en Santa Catarina. Allí nació mi hija brasilera.

Después me vine para Balneario Camboriú. Con el tiempo vendí una propiedad y me radiqué definitivamente en Porto Belo. Allí vivo tranquilo, sin demasiados edificios, cerquita del mar, tengo a mi perro, respiro un aire diferente. 

Durante algún tiempo fui propietario de un “Lan House y puesto telefónico”. Luego de sufrir un infarto, me dediqué exclusivamente a la música. Afortunadamente siempre tuve la posibilidad de hacer presentaciones en toda la región.

¿Sentís que el brasilero admira al tango?

Sí. Le gusta escucharlo, verlo bailar y hasta algunos se animan a aprenderlo. 

En su momento cuando teníamos un conjunto de tango la gente concurría mucho. 

Recuerdo que para un día de los enamorados llegamos a meter unas 800 personas. 



Miguel Sitanor estaba a cargo del bandoneón, David Olivera tocaba el piano, Alejandro Olivera el saxo y yo ponía la voz. 

Más allá de eso, también cantaba boleros con amigos de “la casa paraguaya”.

Después de viajar tanto ¿Qué fue lo que encontraste en Santa Catarina que te retuvo?

Me retuvo la amistad de la gente. Yo venía de una separación (nos habíamos separado con la madre de mis hijos), vendí una “Dodge” vieja que tenía y con 600 dólares y una maleta me vine. Yo amo el mar e indiscutiblemente estas playas tenían algo diferente.


¿Qué se extraña de Argentina?

Junto a Miguel Sitanor “Chichin”
promocionando en TV Panorama
 la Seresta Danzante
Los olores, las comidas, los parientes, los amigos, los lugares donde actué. Extraño mucho el circo. Hay un refrán que dice: “Quién gasta de un par de zapatos debajo de una carpa no se va nunca del circo” y yo gasté varios pares de zapatos. Y eso que no todo fue color de rosa, porque me tocó una época dura para el circo y conocí desde las grandes compañías hasta los circos más pobres con los cuales recorríamos Chaco, Formosa, todo el interior de las provincias. Esperábamos a que levantaran los palos mayores de la carpa para ir a pedir “fiado”. Hacíamos “milanesas de mortadela” (que en aquel entonces era muy barata), pero bueno, llegaba la hora del espectáculo y uno se olvidaba del hambre y del frío. Viajar con esos circos era realmente una aventura.

¿Crees que te quedó algún sueño por cumplir?

Me hubiese gustado cantar en una orquesta importante de tango, no tuve la suerte de llegar a eso. Otra asignatura pendiente: mi viejo era piloto civil y también tengo dos sobrinos que trabajan como pilotos para líneas aéreas. Recuerdo que en los circos más grandes teníamos aviones para hacer publicidad y me hubiese gustado poder, al menos, pilotear uno. 

En general soy un agradecido a la vida. Nunca fui rico ni me interesó serlo, sin embargo vivo bien. Más allá de eso y como decía Julián Centeya “Después de haber vivido en este mundo ingrato, lo menos terrible sería la muerte” y como yo estuve dos veces al borde (la primera cuando me atacó el elefante y la segunda con el infarto) siento que lo que me quede, será para disfrutar. Cantar ayudó mucho en mi recuperación.

¿Sentís una responsabilidad al llevar la música ciudadana argentina?

Es una responsabilidad representar al tango. Porque el tango es totalmente diferente. No es lo mismo cantarlo, que actuarlo. A mí me ayudó mucho el teatro y el ser payaso; porque aprendí a representar las emociones, las posturas, los movimientos…

¿Con qué te quedas de tu trayectoria en el mundo del espectáculo?

Domando tigres en Alameda y Velázques
Los recuerdos lindos de la vida pasaron a través del circo. Esa fantasía loca que yo tuve con el circo y que fue un regalo que Dios me dio. Era mi camino. Nadie me iba a regalar nada y yo debía correr detrás de él para forjar mi destino.

Me quedo con los grandes amigos. Con haber encontrado mi lugar en el mundo en Porto Belo junto a mi hijita. Y allí estaré, hasta el día en que me llame el de arriba y deba rendir cuentas.

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